Claustro de Estrella

Claustro de Estrella

Quisiera erigirme un baluarte
fuera del suelo de la Tierra,
oculto en el anillo de Saturno
o perdido entre el bermejo de Marte;
en Andrómeda o Neptuno,
como vapor de alguna aurora,
o como una flama azul
entre la cola de un cometa...

Sea en donde fuere
y fuere lo que sea
pero que yo fuera:
que fuera solo,
sin seres,
sin nadie:
sin nada…

Yo y mi cabaña de luna,
a mil años luz distante,
a un millón de parsecs,
invisible a los radares,
opacado entre diez soles:
casi incinerado,
sediento de alimento,
entre mares extintos,
sin más horizonte percibido
que su antiguo rastro ambiguo,
petrificado, sin curso... extinto,
respirando algún veneno
de ese aire intoxicado
de la atmósfera marciana,
de rodillas y cayendo aún,
aplastado por poder gravitatorio,
arrastrado por la inercia inquebrantable
de algún satélite olvidado
entre las orbitas elípticas
de un planeta gigantesco,
con llagas ulcerosas
por el ácido del viento,
con los huesos triturados
por alienígenas bacterias
depredadoras de mi calcio...
Pero quizás aun así prefiera
llorar por somática agonía
que abrumarme por las normas
y costumbres de ignominia
de las terrícolas naciones:
penar es sólo un juego de balero
cuando se sufre tanta angustia:
como andarse en el desierto
antes que yacer en una hoguera...

Sea el más grande traidor
en la historia de mi especie,
aunque fuera el antihéroe,
condena y satán de los valores:
más me vale perder la vida
entre las dunas de asteroides
que perder mi esencia individual
entre homínidos robotizados:
más alivio se respira
entre aires ponzoñosos
de un astro inhabitable,
exiliado del imperio lácteo,
que el dulce oxígeno terrestre
corrompido por esporas egoístas
y partículas de anhelos infinitos...

Quiero volverme un mutante,
un deforme, una raza aparte,
un inhumano de cuerpo
para luego en lejanías
alcanzarme más humano en ideales,
más hombre en mi consciencia,
más persona por moral,
más civil en tolerancia,
sin brújula ni rumbo
pero menos perdido
y más encontrado por mí mismo:
quiero verme y juzgarme satisfecho
de ser por lo que soy
antes que ser por dónde estoy:
a mí, los mundos no me hacen,
sino me construyo yo en ellos...

Sueño con irme sin aviso,
alejarme de repente,
en una nave secreta
o abducido por un ovni
de esta gente y de su mundo...

Luego adiós decir desde mi vuelo,
a través de la pulida ventanilla,
sonriendo entre llantos de recuerdos...

No concibo más fausto plugo
que vacacionar hacia Mercurio,
o amanecer entre las plutónicas playas
con el atisbo de su estelar horizonte.

Acaso pudiera hacer hogar
en la isla del lunático mar,
a la deriva entre su ponto,
bronceándome en sus vientos,
cosechando el polvo en sus colinas...

Quisiera volar como la luz,
desintegrarme en un instante
y aparecer en tierra incierta,
enclaustrado en una estrella
de la galaxia más lejana,
o en cualquier otro lugar
que me asegure soledades
sin paranoias de saberme
alcanzable, interrumpido...

Desearía percibirlo todo
más en un allá,
menos que un aquí,
con mero atisbo camuflado,
invisible y transparente,
como espía bien coartado...
Ver sin que me vean...

Si tan sólo ya lograra
continuar siendo sin estar...

Y si fuera dios de pronto,
haría lo mismo que se cuenta:
construirme un mundo diminuto
para observar y entretenerme
con esa raza curiosa de hombres
atrapada entre infinitos,
perdida entre lo eterno...

Y es que quizá sea mi locura,
pero más me vale volverme átomo
donde no quepan pretensiones
que conquistar galaxias incontables
donde naveguen libremente
los deseos, los rencores
y los egos prepotentes...

Yo, más tiendo a ser yo mismo
cuanto menos estoy aquí presente...

Tal vez sea nuestra muerte
el dulce descanso por eones
del cual seremos despiertos
en algún edénico futuro,
donde la tecnología sea tanta
que pueda devolvernos la existencia
pero que luego nuestra raza
sea desnuda de su bestia,
domador de su naturaleza propia,
sabedor de lo que importa,
inmune a las riquezas,
enfermo de altruismo,
unidos como raza semejante
pero tolerantes y abiertos
a cada mente con su mundo...

Acaso un día inesperado
veremos que la ciencia apurada
sea esposa de la abstracta filosofía
y luego unidos ambos
por el sagrado matrimonio
de una religión única (mas relativa),
con ciudades embellecidas por el arte,
donde cada quien pudiera bien-vivir
por el esfuerzo no-forzado
resultado de la pasión de su labor.

Entonces viviría acompañado,
sin angustias ni recelo,
orgulloso de mi gente,
gustoso de aportarlo todo,
de arrancarme y entregarle
lo mejor de mis esfuerzos,
la pureza de mi alma en calma,
la entrega ciega de mi amor,
mi más sincera admiración...

Tengo la ilusión de renacer
y que no me quepa duda alguna
de que seguro dios existe
porque me ha obsequiado la fortuna
de haberme construido una nación
en que se aprecia mi presencia
y que se explotan esos dones
que tanto me hacen único
y que, así, tanto me hacen útil...

Tal vez nos venga madurez...
Acaso adquiriremos sabiduría suficiente...
Quizá nos devenga hado alguno
en donde yo le importe al mundo
y que el mundo nos importe...

Pudiera sernos suficientes
un planeta y nada más:
si hiciéramos hogar de nuestra Tierra,
el universo se volviera paja...
Supongamos que el universo
se rellena de vacío y de negrura
por alguna obvia razón...

¡Quién podría pensar en Júpiter o Marte
si todo lujo, añoranza y objetivo
fuesen justos, suficientes y aceptados
como la cumbre humana de ese arte
de encarnarnos el cariño simbiótico del mundo
y encontrarme feliz por ser amado!
Luego sería el amor tan transparente
que perfecto sería el modo de adorarte...

¿Qué es el amor
sino la mera redención
del humano corazón,
la justa razón,
motivo y dirección
hacia esa perfección
que tanto es ilusión
en un polveado rincón
de toda humana cognición?

Si se pretende volverse dios,
sepamos que dios es perfección
y que sólo lo impecable es el amor,
luego dios es el amor;
mas jamás habrá un pleno amor
que necesite ser un dios,
pues ser deidad es un poder,
y el poder se baña en pretensiones;
ser amado es tan sólo la fortuna
que satisface nuestras almas
y nos libera de la angustia...

Si hallara el propulsor
que me sacara de este mundo
por unos años solamente,
quizá pudiera devolverme
como fugaces meteoritos
cargados de una rara vida humana,
y ante el asombro procurado
sería entonces escuchado,
atentamente y sin reparo,
y yo diría después en un soplo,
no más que una pregunta reflexiva:
Hombre, si tanto tú pregonas
en toda nación y en todo arte,
la importancia y el valor de amar,
si tanto buscas el cariño de otras manos,
si tanta calma tú pretendes
al ganarte una confianza suficiente
para desahogar tus perversiones,
confesar tu miedos y secretos,
si tanto pides ser aceptado y comprendido,
si es que sabes bien
que querer es redimirte,
si tanta experiencia has formado
para hablar de un real amor posible,
y si sabes que aquello brinda paz,
satisfacción, seguridad y alegrías,
¿por qué persigues el poder
(que te baña de anhelos
y te colma de hambres),
por qué buscas copiosamente el oro
(que te enferma de ambición
y te subyuga con sus lujos),
por qué envidias ser famoso
(si te deforma la moral
y forma dudas en ti
y sospechas ajenas),
por qué, querido hombre,
te empeñas en todo complicarlo
sabiendo francamente
que no hay razones más allá
ni métodos mejores
para alcanzar esa armonía
que tanto te esfuerzas por lograr;
por qué te vuelves tu verdugo
si en ti está el perdón como juez:
por qué has decidido corromperte
si toda solución y respuesta,
toda cura y todo alivio,
se encuentran accesibles
en el simplísimo proceso
de amar y ser amado...?

“Amar y ser amado...”,
entonces yo repito;
todos callan y lo piensan,
enciendo mis motores nuevamente
y me alejo a mi bóveda estelar,
mas ahora haciéndome de alguien,
construyendo un nuevo amor,
creando nuestro mundo propio...

La raza está advertida y educada,
si se deciden o no a mis palabras,
es cosa que no trasciende a mi amor...

Mundo, ya te he perdonado,
pero no me ofrezcas más tus brazos:
se me hacen nada comparados
a los níveos de mi amada...

No hay comentarios:

Publicar un comentario