La Cobardía de un Deseo (un poema platónico)

La Cobardía de un Deseo
(un poema platónico)

Cientos y cientos de docenas…

Tantas veces he escuchado
(esperanzado y bien atento)
a los más ínclitos consejos
de los más grandes de los hombres,
y en tantas esas veces
me es mostrado en todo modo
el mismo hiriente resultado:
Debo abandonarte…

Es menester que yo te pierda,
que desvanezca toda efigie
que te tenga entrelazada
en estas redes de mi mente…

Es mi sano juicio
que está en juego sobre mesa…

Quisiera borrarte hasta los pies,
deshacerme de esa foto de ti
que me aplasta la memoria,
esa imagen insistente,
necia y penetrante
y tan sutil oportunista
que se transforma a cada día
en que se me impide darte vista,
pues es sin verte que se esfuman
esas imperfecciones tan ligeras
( ¡casi transparentes!)
que te humanizan imperfecta
y te vuelven tan solo una persona
comprensible y alcanzable;
mas es peor cosa que pretendas
que eres humo impredecible
que sin pistas y sin rumbo
pretendo perseguirte:
corro, vuelo y luz me vuelvo,
me derrito y luego yo,
tras un segundo aprestado,
me materializo ya de nuevo…

Mas nunca te me enfrentas,
y molesto, imposible a más,
me destruyo los instintos
y desfiguro mis sistemas:
lo único que tengo en posesión
para intentar vehementemente
atraparte en un envase
que retenga todo humo
y así tenerte para siempre…

Te idealizo a cada instante
y en ello temo ser un monstruo
que sin querer se ha obsesionado…

Te extraño de modo irracional,
ilógico, ridículo e incoherente,
como si supiera bien amarte
sin siquiera acariciarte,
sin saberte beso alguno,
como si pudiera adivinar
entre tu silueta en mi recuerdo
todo lo que sientes y deseas,
lo que piensas y tus sueños,
todo gusto y cada hábito;
pretendo conocer ese carácter tuyo
por el modo en que caminas
e ilusoriamente sé todas tus facetas
simplemente viendo tus sonrisas…

Soy solamente un simple hombre
que le teme a tu belleza,
que le congela una mera y repentina
mirada tuya cuando buscas
atrapar amaneceres a tu plugo
siendo yo una roca en el paisaje;
si se pasean tus caderas ocurrentes
frente a mi campo de visión,
se me va el pudor en un instante
y te fijo mi objetivo ineludible…

No hallo valentía suficiente
que te muestre sencilla y ordinaria
por un minuto ya siquiera
para formularte una palabra
que te salude y, así,
se me fijen tus acuosos
en el vector de tus pupilas…
Y hasta entonces jamás sabré
la oscuridad precisa
con que se adorna ese par
que me dirían mucho más
que lo que tu sonrisa y tu elegante caminar:
ver en ello la esencia de tu alma
es sólo un sueño y nada más…

Si tan sólo hubiera alguna ciencia
que en mis pies te acomodara…

¿Dónde encuentro o dónde busco
ese método o sistema
que me ayude a dirigirte
una palabra, frase u oración?
Pero es que tú, dueña de mis actos,
haces que mi voz se convierta en afonía…

Tal vez de pronto llegue el día
en que escape de la prisión de tu ignorancia;
mientras tanto esperaré toda la vida…

Sé feliz sin extrañarme.
Yo me acomodo sin quejumbre
entre tu olvido sin memoria
que ya mi amor
aprensado para siempre
estará oculto entre la tierra
de los futuros senderos
que el destino nos disponga.

No hay comentarios:

Publicar un comentario